Busqué en el bolsillo de mi abrigo y saqué la llave de su casa, la misma que ella me dió 5 años atrás y que he cargado conmigo desde entonces.
Entré por la puerta principal hasta llegar a la cocina, ahí estaba ella, de espaldas, con su mandíl de flores.
-¿Con que guisando eh?
Llevándose la mano al pecho nerviosa me dijo:
-Pero que susto me has dado! Podrías haber llamado perfectamente. ¿Tienes hambre? Llegas en momento adecuado, acabo de terminar tu plato favorito: Asado. Siéntate y te sirvo.
-Deja que me lave las manos, ya mismo vengo.
Me miré en el espejo de su baño, un baño que conocía quizás mejor que mi.
Estaba confusa y una extraña sensación me removía el estómago.
Cuando volví a la cocina estaba ella con la mirada clavada en el fondo de la olla.
Al sentir mis pasos se giró hacía mí con esa sonrisa que tanto odio de ella.
-¿Ya te lavaste las......
No le dí tiempo a terminar, tomé un cuchillo del cajón y se lo clavé en la tripa.
-Tú tienes la culpa! ¡Tú! ¡Fuiste tú! ¡Tú mataste a papá! ¡Te odio! ¡Te odio!
Ella aún sorprendida me dirige una mirada de tristeza, mientras su mandíl de flores se llena de sangre...
-Pero Mariana, hija...¡estas loca!
-Estamos mamá, estamos...
¡Vaya tela! *o*
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